miércoles, 16 de enero de 2013

Las desviaciones litúrgicas reprobadas por el Papa Pío XII.




El Papa Pío XII celebrando el Santo Sacrificio

Errores reprobados por el Papa Pío XII en la Encíclica “Mediator Dei”,
sobre la Sagrada Liturgia y el Apostolado litúrgico


Para ilustración de profesores y alumnos de li­turgia y precaución de todos, ponemos a continua­ción un corto resumen de los principales errores reprobados por el Papa Pío XII en su encíclica “Mediator Dei”, tantas veces citada y extractada en éste nuestro Manual. El conocerlos librará a muchos de peligrosos extravíos. Seguiremos él or­den de la misma Encíclica.

1. “No tienen noción de la sagrada liturgia los que la consideran como una parte sólo externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo; ni se equivocan menos los que la consideran como un mero conjunto de leyes y de preceptos con que la jerarquía eclesiástica ordena el cum­plimiento de los ritos.” (Parte 1ª, II.)

2. Los obispos deben dirigir su atención a las nuevas teorías sobre la «piedad objetiva», las cuales, con el empe­ño de poner en evidencia el misterio del Cuerpo Místico, la realidad efectiva de la gracia santificante y la acción di­vina de los sacramentos y del Sacrificio Eucarístico, tratan de menospreciar a la «piedad subjetiva» o «personal», y aun de prescindir completamente de ella, creyendo que se deben descuidar las prácticas religiosas no estrictamente litúrgicas, o ejecutadas fuera del culto público.” (id., id.)

3. “No puede existir ninguna oposición o repugnancia entre la acción divina, que infunde la gracia en las almas para continuar nuestra redención, y la efectiva colabora­ción del hombre, que no debe hacer vano el don de Dios; entre la eficacia del rito externo de los sacramentos (que proviene «ex opere operato»), y el mérito del que los admi­nistra o los recibe (acto que suele llamarse «opus operantis»; entre las oraciones privadas y las plegarias públicas; entre la ética y la contemplación; entre la vida ascética y la piedad litúrgica; entre el poder de jurisdicción y de legí­timo magisterio, y la potestad eminentemente sacerdotal que se ejercita en el mismo sagrado misterio.” (íd.)

4. Hay que reprobar severamente la temeraria osadía de quienes introducen intencionadamente nuevas costum­bres litúrgicas o hacen renacer ritos ya en desuso y que no están de acuerdo con las leyes y rúbricas vigentes” (usando la lengua vulgar en la Misa, trasladando fiestas a capri­cho, excluyendo los textos bíblicos del Antiguo Testamento, etcétera). (íd., V.)

5. “Se sale del recto camino quien desea devolver al altar su forma antigua de mesa; quien desea excluir de los ornamentos litúrgicos el color negro; quien quiere eliminar de los templos las imágenes y estatuas sagradas; quien quiere hacer desaparecer en las imágenes del Redentor Crucificado los dolores acerbísimos que Él ha sufrido; quien repudia y reprueba el canto polifónico, aunque esté con­forme con las normas promulgadas por la Santa Sede.” (Id., íd.)

6. No resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos, repudian­do las nuevas normas introducidas por disposición de la Divina Providencia y por la modificación de las circuns­tancias.” (íd., íd.)

7. “Dense cuenta los fieles de que su principal deber y su mayor dignidad consiste en la participación en el Sacri­ficio Eucarístico, y eso... de un modo tan intenso y activo que estrechísimamente se unan con el Sumo Sacerdote, y ofrezcan el Sacrificio juntamente con Él y por Él, y con Él se ofrezcan también a sí mismos; mas no por eso los fieles gozan de la potestad sacerdotal... Hay quienes así lo creen, y que los sacerdotes obran solamente por una delegación de la comunidad, y por eso juzgan que el Sacrificio Eucarístico es una estricta concelebración, y opinan que es más conveniente que los sacerdotes concelebren rodeados de fieles, que no que ofrezcan privadamente el Sacrificio sin asistencia de pueblo.” (íd. parte, II, II.)

8. “Algunos reprueban absolutamente las misas que se ofrecen en privado sin asistencia del pueblo, como si fuesen una desviación del primitivo modo de sacrificar; ni faltan quienes aseveren que no pueden ofrecer al mismo tiempo la hostia divina diversos sacerdotes en varios altares, por cuanto con esta práctica dividirían la comunidad de los fieles e impedirían su unidad; más aún, algunos llegan a creer que es preciso que el pueblo confirme y ratifique el Sacrificio, para que éste alcance su fuerza y su valor, ale­gando en todos estos casos erróneamente el carácter social del Sacrificio Eucarístico.” (íd., id.)

9. “Se apartan de la verdad y del camino de la recta razón quienes, llevados de opiniones falaces, hacen tanto caso de las circunstancias externas de la participación de los fieles en el Santo Sacrificio, que no dudan en aseverar que, si ellas se descuidan, la acción sagrada no puede alcan­zar su propio fin.” (íd., íd.)

10. “Están fuera del camino de la verdad los que no quieren celebrar el Santo Sacrificio si el pueblo cristiano no se acerca a la sagrada mesa; pero más yerran todavía los que, para probar que es enteramente necesario que los fieles, junto con el sacerdote, reciban el alimento eucarís­tico, afirman capciosamente que aquí no se trata sólo de un Sacrificio, sino del Sacrificio y del convite de la comunidad fraterna, y hacen de la Sagrada Comunión, recibida en co­mún, como la cima de toda celebración.” (íd., íd.)

11. “Se alejan del recto camino de la verdad los que, ateniéndose más a la palabra que al sentido, afirman y en­señan que, acabado el Sacrificio de la Misa, no se ha de continuar la acción de gracias, no sólo porque ya el mismo Sacrificio del altar es de por sí una acción de gracias, sino también porque eso pertenece a la piedad privada y par­ticular de cada uno, y no al bien de la comunidad.” (íd., íd.)

12. “No permitan los obispos que, so pretexto de reno­vación litúrgica se descuide la adoración al Augustísimo Sacramento y las piadosas visitas a los tabernáculos eucarísticos; ni que se disuada la confesión de los pecados cuan­do sólo se hace por devoción; ni que de tal manera se rele­gue, sobre todo durante la juventud, el culto a la Santísima Virgen, que poco a poco se entibie v languidezca.” (Par­te 4ª, I.)

13. “La vida cristiana no consiste en muchas y varia­das preces y ejercicios de devoción, sino en que éstos con­tribuyan solamente al progreso espiritual de los fieles, y por lo mismo al incremento real de toda la Iglesia.” (id., ídem.)

14. “Es también deber Nuestro reprobar aquella piedad mal formada de los que, sin razón suficiente, llenan tem­plos y altares con multitud de imágenes y efigies expuestas a la veneración de los fieles; de los que presentan reliquias desprovistas de las debidas «auténticas» que les autoricen para el culto, y de los que, preocupados en exigir minucias y particularidades, descuidan lo sustancial y necesario, exponiendo así a mofa la religión, y desprestigiando la gravedad del culto.” (íd., II.)

15. “Obligados por Nuestra conciencia y oficio, Nos sen­timos precisados a tener que reprobar y condenar ciertas imágenes y formas introducidas últimamente por algunos artistas, que, a su extravagancia y degeneración estética, unen el ofender más de una vez al decoro, a la piedad y a la modestia cristiana, y ofenden el mismo sentimiento reli­gioso.” (íd., id.)

16. “Es absolutamente necesario que los obispos estén muy alerta para que no se infiltren en su grey aquellos sutiles y perniciosos errores de un falso misticismo y de un quietismo perjudicial; y asimismo que no seduzca a las almas un cierto peligroso humanismo, ni se introduzca aquella falaz doctrina que bastardea la noción misma de la fe católica; ni, finalmente, un excesivo arqueologismo en materia litúrgica.” (íd., íd.)

17. “Con la misma diligencia débese evitar que no se difundan las aberraciones de los que creen y enseñan fal­samente que la naturaleza humana de Cristo glorificada habita realmente y con su continua presencia en los justifi­cados, o también que una única e idéntica gracia une a Cristo con los miembros de su Cuerpo.” (íd., íd.)
 
S.S. Pío XII, selección de fragmentos por el R.P. Andrés Azcárate O.S.B., tomado de su obra “La flor de la Liturgia”.