martes, 17 de diciembre de 2013

Cardenal Madariaga: “El concilio Vaticano II (...) significaba el fin de las hostilidades entre la Iglesia y el modernismo”.


El “efecto Francisco” produce aquella relajación que hace que algunos eclesiásticos se sinceren o salgan del clóset, como ocurre con el Cardenal Óscar Rodríguez Madariaga, uno de los 8 que “reformarán” no sabemos qué. A confesión de parte, relevo de pruebas:

“El Concilio Vaticano II fue el evento principal de la Iglesia en el siglo 20. En principio, significaba el fin de las hostilidades entre la Iglesia y el modernismo, todo lo que fue condenado en el Concilio Vaticano I. Ni el mundo es el reino del mal y el pecado -conclusiones obtenidas en el Vaticano II- ni la Iglesia es el único refugio del bien y la virtud. El modernismo fue, en muchas ocasiones, una reacción contra las injusticias y los abusos que menospreciaron la dignidad y los derechos de la persona”.

Y no sabemos qué es lo que llama más la atención: si la ignorancia y espíritu de confusión del Cardenal o el modernismo del Cardenal. Aquí el texto completo de su discurso. para que no quepan dudas.

Publicado en Buena Voz, 31-Oct-2013.

Cardenal Maradiaga: ‘La Iglesia y el laicado son uno’

11.00 p m| 31 oct 13 (TABLET/BV).- La misión de la Iglesia católica continuará centrada en Cristo, y los católicos deben abrir sus corazones, recibir el “impulso espiritual” del Espíritu Santo y ser más como el “buen samaritano” para llevar a cabo la voluntad de Dios, dijo el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga a los asistentes en una conferencia en Dallas el viernes pasado.
Ante más de 3.000 personas que asistieron al evento, Rodríguez habló de la importancia del Concilio Vaticano II como una guía para el futuro; el impacto del Papa Francisco no sólo en la Iglesia, sino en la sociedad secular; la jerarquía de la Iglesia y la importancia de la laicos; la misión de la Iglesia para con los pobres y marginados y las desigualdades económicas en la ciudadanía global debido a la concentración de la riqueza entre unos pocos.

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Extracto de la Conferencia:

1. Introducción
No es posible hablar hoy de la Iglesia, o sobre la Iglesia, sin hacer referencia al Vaticano II, que significó un momento crucial en la historia contemporánea, al ser un acontecimiento de gracia y una referencia paradigmática.
La Iglesia está creciendo. Hay un incremento significativo de la fe en África, donde la Iglesia ha crecido enormemente durante el siglo 20. Tal vitalidad también se puede ver en algunos sectores de la Iglesia en Asia -en la India, Vietnam, Filipinas. Al mismo tiempo, estamos observando en Europa instituciones de gran tamaño pero poca energía, así como una cultura muy hostil, alimentado por el secularismo.
Y en los Estados Unidos de América, no todo es pesimismo, no todo es escándalo y pecado. No. Ahí el Evangelio de Cristo está vivo y es efectivo. Por ejemplo , George Weigel nos aseguró en “The Courage To Be Catholic: Crisis, Reform, and the Future of the Church” (Basic Books, 2000) que, 200.000 personas abrazaron la fe católica en los Estados Unidos en la Pascua de 2002, un número que para nosotros es alegre y optimista, y es un signo de vitalidad”.

2. Vaticano II
El Concilio Vaticano II fue el evento principal de la Iglesia en el siglo 20. En principio, significaba el fin de las hostilidades entre la Iglesia y el modernismo, todo lo que fue condenado en el Concilio Vaticano I. Ni el mundo es el reino del mal y el pecado -conclusiones obtenidas en el Vaticano II- ni la Iglesia es el único refugio del bien y la virtud. El modernismo fue, en muchas ocasiones, una reacción contra las injusticias y los abusos que menospreciaron la dignidad y los derechos de la persona.
El Concilio Vaticano II reconoció oficialmente que las cosas habían cambiado, y capturó la necesidad de que esos cambios se vieran reflejados también en sus documentos, los que enfatizaron verdades como estas:
A) La Iglesia no es la jerarquía, sino el pueblo de Dios. “El Pueblo de Dios” es, según el Concilio, la realidad que todo lo abarca de la Iglesia, que se remonta a la base y el material común de nuestra condición eclesial, es decir, nuestra condición de creyentes.
B) Entre las personas no existe una clasificación dual de cristianos, laicos y clérigos. La Iglesia como una “sociedad de desiguales” desaparece: “No hay, por consiguiente, en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad” (LG 12 32). Ningún ministerio puede estar por encima de esta dignidad común a todos. Ni los clérigos son “los hombres de Dios”, ni los laicos son “los hombres del mundo”. Esa es una falsa dicotomía. Para hablar correctamente, no se debería utilizar los términos clérigos y laicos, sino comunidad y ministerio.

3. Los desafíos que esta situación presenta a nosotros como cristianos
El nuevo pensamiento del Concilio Vaticano II se ha ido inculcando lentamente en la conciencia cristiana, y ha llegado el momento de articularlo claramente ante la Iglesia universal. La realidad socio-eclesial postuló problemas y preguntas, serios desafíos a los que se quiere responder a través del Concilio. Me gustaría destacar los siguientes:
3.1 - Retornar a Cristo, creador y líder de la Iglesia
No es posible pensar en una reforma de la Iglesia si no regresamos a Jesús. La Iglesia sólo tiene futuro y sólo puede considerarse grande a sí misma si humildemente intenta seguir a Jesús. Y si la Iglesia quiere seguir a Jesús, lo único que tiene que hacer es seguir diciéndole al mundo lo que le sucedió, proclamando sus enseñanzas y su vida.
3.2 - Con la nueva evangelización reiniciamos (empezar de nuevo) desde el principio: una vez más nos convertimos en la Iglesia que proclama, sirve y es samaritana.
Si la Iglesia tiene alguna misión, esa es manifestar los hechos de Jesús. La Iglesia nunca fue una meta en sí misma. La salvación viene de Jesús, no de la Iglesia. Para esta labor de misión y testimonio, la Iglesia siempre debería estar equipada con fe y un espíritu de servicio a la humanidad. Demasiadas veces da la sensación que tiene muchas certezas y muy pocas dudas, libertad, desacuerdo o diálogo. No más exclusiones ni tratar de resolver los problemas del mundo regresando al autoritarismo, la rigidez y el moralismo, más bien manteniendo siempre el mensaje de Jesús como única fuente de inspiración.
3.3 - Volviendo a la Iglesia como “comunión”
En otras palabras, hacer de la igualdad entre los miembros de la Iglesia una realidad, porque el pueblo de Dios es uno. Para preparar este camino, hay que volver a la vida de Jesús, el cual, a pesar de ser un laico, causó "un cambio en el sacerdocio" (Hebreos 7:12). La vida entera de Jesús fue una vida sacerdotal, en el sentido en que se hizo hombre, era pobre, luchó por la justicia, criticó los vicios del poder, se identificó con los más oprimidos y los defendió, trató a las mujeres sin discriminarlas, y se vio obligado por su propia fe a ser perseguido y morir crucificado fuera de la ciudad. Este sacerdocio original de Jesús es el que tiene que continuar en la historia.

4. En un mundo globalizado
Los efectos y las consecuencias de las dictaduras neoliberales que dominan las democracias no son difíciles de descubrir: Nos invaden con la industria del entretenimiento, hacen que nos olvidemos de los derechos humanos, nos convencen de que nada se puede hacer, que no hay alternativa. Para cambiar el sistema, sería necesario destruir el poder de los nuevos señores feudales. ¿Quimérico? ¿Utópico? La Iglesia decididamente apuesta por vivir la globalización de la solidaridad y la misericordia.

5. Volver a una Iglesia de los pobres
Había un grupo considerable de obispos que acercaron esta opción al corazón del Concilio, probablemente muy estimulados por las palabras pronunciadas por el Papa Juan XXIII el 11 de septiembre de 1962: “Frente a los países subdesarrollados, la Iglesia es y quiere ser la Iglesia de todos, pero en particular, la Iglesia de los pobres”.
5.1 - Primacía del último
Poner primero las necesidades del último implica crear una capacidad colectiva con voluntad de hacerlo, así como estipular políticas y conductas sociales basadas en la solidaridad, posteriormente adoptar esfuerzos y sacrificios comunes. Si la pasión por el último se convierte en una idea que moviliza y una fuerza moral, entonces tendremos la posibilidad de crear políticas internacionales de solidaridad, de democracia económica, el aceptar una pobreza evangélica, crear nuevos sujetos sociales, con un nuevo conjunto de valores antropológicos y un nuevo propósito para la vida colectiva e individual, todos inspirados en Cristo y sus bienaventuranzas.
5.2 - Detectar las causas de la desigualdad
5.3 - Una cultura de buenos samaritanos
Hacer nuestra la cultura del buen samaritano ante el prójimo necesitado, sentir como propio el dolor de los oprimidos, acercarse a ellos y liberarlos. Sin este compromiso, toda religiosidad es falsa.

6. Volver a una Iglesia profundamente humana que establezca una nueva relación con el mundo
La Iglesia no puede continuar haciéndose pasar por una realidad que encara al mundo, como una “sociedad perfecta” en paralelo, que persiguió su propio curso, fortaleciendo sus paredes contra los errores y las influencias del mundo. Esta antítesis que duró siglos necesita ser superada.
“La Iglesia católica en el siglo 21 es una Iglesia en misión, una Iglesia emergente”, dice George Weigel, intelectual y escritor del bestseller “Witness to Hope”, una biografía de Juan Pablo II .

7. Conclusión
Sabemos que en los últimos años, especialmente en los tiempos del Papa Benedicto XVI, muchos de los comentarios en los medios de comunicación, en general han expresado menosprecio, ironía y una crítica despiadada. Hay evidencia de un “emboscada” de los medios a la Iglesia católica, que han sido muy influyentes en el hecho de que muchos fieles se han alejado de la práctica de su fe cristiana, y se han distanciado emocionalmente de sus comunidades y parroquias.
Después del papado de Benedicto XVI, un tiempo virtuoso, la persona del Papa Francisco surgió. No me parece ingenuamente optimista decir que estamos en el comienzo de un nuevo y dinámico período en la historia del catolicismo, en el que la Iglesia constituirá un movimiento misionero para la conversión de la cultura y propiciará y multiplicará los signos de crecimiento, de gran vigor y esperanza, como por ejemplo, los días mundiales de la juventud, el desarrollo de los movimientos eclesiales, las comunidades de base, los jóvenes sacerdotes que surgen en todo el mundo, la Lectio Divina, las nuevas formas de la vida consagrada, el compromiso de un laicado muy activo en las parroquias que entienden la fe como una antorcha que debe brillar.

El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, dio el discurso en la Universidad de Dallas - Conferencia Ministerio el 25 de octubre 2013

Fuentes: