viernes, 6 de diciembre de 2013

Sudáfrica en la sima.

Artículo aparecido en la revista Arbil, n° 61.


Sudáfrica en la sima

por Ignacio San Miguel

Mandela, con el apoyo y estimulo de la Fundación Rockefeller, el Banco Mundial, Planned Parenthood, y la complicidad del Arzobispo anglicano Desmond Tutu ha impuesto en Sudáfrica la peor ley sobre aborto en el mundo, que cada año asesina más bebes negros, los más pobres, que muertos provocó el “apartheid” calvinista en todo su tiránico periodo.

Human Life International, la organización pro-vida más importante en el mundo, nos ofrece una visión desoladora de Sudáfrica a través de su co-director en aquél país, Glenys Newbury. Desoladora en cuanto a la moralidad y la santidad de la vida, que son los temas sobre los que trabaja Human Life International. Newbury piensa que quizás extrañe a algunos este juicio, pues podrían haber supuesto que, después de que el “apartheid” fué eliminado, Sudáfrica se habría convertido en un maravilloso país, democrático y justo, con una excelente carta de derechos humanos. Nada más lejos de la realidad. La moralidad en Sudáfrica se ha derrumbado.

Excepto la República de China, Sudáfrica tiene la peor ley de aborto del mundo.

El aborto es la norma, después de haber sido forzado en el Parlamento por Nelson Mandela y su gobierno contra la abrumadora oposición del pueblo sudafricano. 

Nadie lo deseaba. Todas las encuestas que se hicieron mostraron que estaban totalmente contra él, pero lo impusieron y el aborto libre se convirtió en ley en 1997. 

Mandela y su partido fueron estimulados y ayudados por todos los bien conocidos grupos internacionales: la Fundación Rockefeller, el Banco Mundial, Planned Parenthood y el habitual consorcio de gente anti-vida.

Muchos no saben que el Arzobispo Desmond Tutu jugó un importantísimo papel en llevar el aborto a Sudáfrica. Él promueve activamente el asesinato de niños no nacidos en Sudáfrica. 

Es interesante recordar que Desmond Tutu ostenta el premio Nobel de la Paz. Puede colocarse su nombre junto a otros Nobel como Menahen Begin, Yasser Arafat y Henry Kissinger, todos tan respetuosos con la vida humana como el obispo anglicano. 

El African International Congress y sus varias agencias y secuaces han tratado regularmehnte de forzar más y más abortos y de incorporar esta práctica en la cultura del país. 

Muy recientemente, los pro-vida descubrieron que estaban sosteniéndose vistas parlamentarias en Cape Town, organizadas por el ANC Portfolio Committee on Health y el Reproductive Rights Alliance. Durante estas reuniones de dos días hubo muchos oradores promoviendo el aborto en Sudáfrica. Estaban interesados por encontrar las formas de solventar varios “problemas”, incluyendo los causados por el personal médico y los hospitales que son reacios a realizar abortos. 

El principal propósito de estas reuniones fué planear el método para presionar a los médicos a realizar abortos esquivando la cláusula de conciencia que rige en Sudáfrica. 

Mientras la noticia de estas reuniones supuso una sorpresa para los grupos pro-vida, los grupos anti-vida parecían haber sabido de ellas hacía largo tiempo, a juzgar por las diapositivas y otro material que tenían preparado para sus charlas. Ningún testimonio pro-vida fué admitido; sólo hubo pro-abortistas. 

El control de nacimientos es otro asunto de gran importancia en Sudáfrica. Una gran mayoría de sudafricanos, incluyendo a católicos, utilizan material para el control natal, suministrado generosamente y gratuitamente por el Health Department. 

Estas drogas y adminículos son dados libremente a menores de edad sin el consentimiento de los padres. La descarada indiferencia para los derechos de los padres está incorporada también en la ley del aborto, eufemísticamente conocida como “ley de elección de la interrupción del embarazo”, la cual permite a las chicas menores de edad abortar sin el conocimiento y consentimiento de los padres.

La píldora del “día después” se puede adquirir libremente, así como la RU-486. Poderosas inyecciones de hormonas antifertilidad son administradas a mujeres de todas las edades, incluyendo jóvenes madres que acaban de dar a luz. A éstas se les dice que estas inyecciones ayudarán a su producción de leche. 

El estado ha confiado a Planned Parenthood y sus varias organizaciones de vanguardia como la campaña “love.Life”, la tarea de “enseñar sexualidad” a los sudafricanos. Ayudados por el gobierno y por las vastas sumas de dinero de ultramar, tienen acceso libre a la infancia de Sudáfrica.

La South African Law Commission, una agencia del gobierno de Sudáfrica, está actualmente tratando con tres asuntos principales: eutanasia, parejas de hecho y la revisión del Childcare Act de 1983. 

En cuanto a la eutanasia: la más permisiva ley del mundo ha estado pendiente varios años en Sudáfrica. El anteproyecto titulado "Acta de decisiones sobre el fin de la vida" fué llevado al Parlamento en Agosto de 1999 y hasta la fecha no ha sido discutido y votado, pero hay rumores de que pronto será considerado. La legislación propuesta incluye la negación de alimentos y agua a aquellos que son incapaces de alimentarse por sí mismos y son alimentados por medios artificiales.

La ley de parejas de hecho (domestic partnership) contempla tres cuestiones: la ley debería reconocer a la gente en esta situación; les debería conceder los mismos derechos y obligaciones que a las personas casadas; y debería esta ley extenderse a las parejas de homosexuales. 

Las “parejas de hecho” podrían ser, por supuesto, gentes viviendo bajo el mismo techo sin sostener una relación íntima: padres instalados con sus hijos, hijos instalados con sus padres, hermanos o amigos viviendo juntos en una casa, estudiantes compartiendo una casa y hasta grupos de huérfanos del sida viviendo juntos. Así, la regulación de parejas de hecho redefiniría el concepto de matrimonio y ha de llevar el caos al sistema legal.

Respecto de la revisión del Childcare Act: el capítulo cuarto trata de la infancia (desde el nacimiento hasta los dieciocho años), pero, por supuesto, los no nacidos son completamente excluídos. El capítulo ocho trata la relación hijo/padre y también redefine la propuesta de parejas de hecho (entre menores) para permitir la cohabitación de parejas del mismo y diferente sexo. 

También incluye el consabido lenguaje respecto de “la protección de los derechos sanitarios de los niños” (the protection of health rights of children), doble lenguaje para referirse al aborto y la contracepción. Aunque se incluyen muchos cambios necesarios, es obvio que los padres quedan desposeídos de su derecho a tomar decisiones y cuidar de sus hijos. Esta cláusula ha sido planeada muy cuidadosamente y está destinada a reforzar la ley del aborto. Al dar a los chicos estos “derechos reproductivos”, esta ley bloquea eficazmente cualquier posibilidad de recurso legal. 

Asimismo, se declara que un chico de doce años, o mayor, de “mente sana” es considerado competente para rehusar cualquier tratamiento médico prolongador de la vida o la continuación de tal tratamiento en enfermedades específicas que él o ella puedan estar sufriendo. Así, los padres no tendrían derecho sobre la decisión de sus hijos al respecto. 

Para ofrecer un cuadro más completo de la sentina moral que es la nueva Sudáfrica, Glenys Newbury se siente obligada a mencionar lo siguiente: el crimen y la violencia están fuera de control; la homosexualidad está totalmente incorporada en la nueva constitución; la prostitución está normalizada y a las prostitutas se les llama “trabajadoras sexuales”; la pornografía es de libre adquisición y es transmitida en los servicios de la televisión del estado; y la lista continúa. 

El Estado está ahora considerando la legalización del consumo de hachís. Por lo demás, el cultivo del hachís está siendo reconocido cada vez más como una actividad agrícola legítima que permite sostenerse a los granjeros pobres.

Ante esta abismal degradación moral y decadencia, la voz de la mayor parte del clero de la Iglesia Católica en Sudáfrica, que era tan chillón (justamente) durante la era del “apartheid”, se ha vuelto casi completamente silencioso.

Silencioso en público y silencioso desde el púlpito. 

Nunca habla acerca de los males del aborto, de la contracepción o de las drogas abortivas para el control natal. A los católicos que van a la iglesia, incluyendo a los jóvenes, no se les enseñan los males de una sexualidad irresponsable.

Desgraciadamente, esto refleja el estado de una gran parte de la Iglesia. 

Cuando la Iglesia está sana, la sociedad está sana; cuando la Iglesia es débil, como ocurre ahora, la sociedad es débil.

En Sudáfrica, la luz de la verdad ha sido ocultada bajo el celemín. 

Una parte grande de los pastores de Iglesia y la mayoría de los católicos han sido espectadores pasivos y ampliamente indiferentes de la moral devastación del país. 

Esto último es muy importante. Porque ha ocurrido, y ocurre, no sólo en Sudáfrica, sino en todos los países del mundo. 

Quizás haya alguna excepción, pero no ha llegado a mi conocimiento. 

El caso de España, por ejemplo, es sintomático. 

Todos los males morales consignados en Sudáfrica están presentes en España. 

Aunque es probable que sea en menor medida, esto no es incuestionable y resulta discutible; porque España se ha convertido en el país del disimulo y la ocultación, del eufemismo y la hipocresía. 

Sin embargo, se conoce el número de abortos que se realizaron legalmente en el pasado año, y que se acercan a los setenta mil. 

Y también se promueve, de forma sesgada pero muy eficaz, la promiscuidad sexual en los menores. La pornografía también está a la orden del día, etc. 

Pero nadie quiere hablar de estas cosas. 

Igual que los enfermos que no quieren hablar de sus males, pensando que de esta forma su desgracia se suaviza.

Y el silencio de la mayor parte de la Jerarquía eclesiástica es muy significativo. 

Aparte de una condena formularia del aborto de hace ya bastantes años por parte de la Conferencia Episcopal, no se conoce ninguna carta pastoral de obispos que trate de estos asuntos. 

No basta con decir que ya se conoce la doctrina católica al respecto, pues lo mismo podría decirse que el Evangelio es ya bien conocido y no es necesario repetirlo de forma reiterada. 

La obligación es clara, evidente, y no la están cumpliendo. 

Esto repercute en su crédito y los va descalificando como referente moral. 

Sobre todo, porque si hubiesen adoptado la postura activa y beligerante que exigen las circunstancias, muchísimas vidas se habrían salvado. 

Así lo creen católicos responsables de Estados Unidos, críticos con la actitud pasiva de parte de la jerarquía católica en aquel país, y así nos vemos obligados a creerlo también los naturales de otros muchos países occidentales.

En Estados Unidos se piensa que si la institución eclesiástica se hubiese empleado a fondo, el aborto estaría hoy en día de nuevo ilegalizado en esa nación. 

Y no se diga que “atacamos a la Iglesia”, coartada socorrida de los clérigos aludidos, pues todos sabemos que el concepto “Iglesia” es abarcador de más extenso ámbito que el comprendido por dichos clérigos, sean éstos de alta o menos alta jerarquía. 

Así, pues, Sudáfrica se agrega a otros muchos países que han caído en la sima, de la que sólo podrá salir si surge una poderosa reacción social que obligue a los poderes públicos a reconsiderar su postura.

Ignacio San Miguel.